Artesano de escobas 

 

Monchín

Ramón Ramos Álvarez

 

Temprano en la mañana, antes de que el bullicio de la carretera comience a despertar el barrio Campo Rico en Canóvanas, Antonio Castro Villanueva, conocido por sus amigos como “Cacique”, baja hasta el río que discurre  a lo largo de la PR-185 a recoger las piedras “azules” que, suavemente moldeadas por las aguas durante siglos de erosión, servirán como lienzo para su obra.

Cacique” se memoriza los diseños de los petroglifos que encuentra y los replica. (juan.alicea@gfrmedia.com)

Diligentemente –y utilizando un carrito de carga– sube la empinada cuesta hasta el taller en su casa del sector Puente Moreno y comienza a preparar el escenario para tallar las imágenes taínas.

Valiéndose de un cortafrío y un marrón, con mucho cuidado esculpe figuras que parecen llegar desde un siglo remoto cuando en la Isla reinaba la presencia taína.
“Hay que ser cuidadoso y hay que trabajarlo con mucho amor. Si no se hace con cuidado, se puede romper la piedra y perder el trabajo”, explica Cacique, quien recientemente, y tras 10 años trabajando en piedra, logró certificarse como artesano bona fide bajo el Programa de Desarrollo Artesanal de la Compañía de Fomento Industrial.

“Desde que era chiquito, yo me pasaba en el río (Canóvanas) y veía los petroglifos que hay en las piedras y me llamaban la atención hasta que un día, después de mayor, me decidí a tallar esas imágenes en las piedras”, cuenta Cacique, quien nació y se crió en el sector.

Rodeado de decenas de piedras esculpidas y hasta una pequeña réplica de un batey armado con varias de sus piezas, Cacique explica el proceso de recolección del material que luego convierte en su peculiar estilo de artesanía, único en la Isla.

“Yo no esculpo en las piedras del río porque no quiero que se confundan con petroglifos reales. Escojo las piedras que sean planas y que tengan asiento para poder pararlas. Les dibujo la forma con una tiza y, entonces, por encima las empiezo a esculpir”, indica el artesano, a quien le toma un día entero confeccionar una pieza.

“Lo que hago son piezas para decorar, pero también para preservar el arte de los taínos. Quiero mantener viva la cultura de nuestros ancestros”, asegura el hombre de 54 años orgulloso de su herencia indígena.

Y no es para menos, con solo ver los rasgos faciales del artesano se puede ver en su fenotipo la presencia taína, cultura precolombina que lo ha fascinado toda su vida.

Sin embargo, Cacique admite que le resulta irónico, siendo Canóvanas el pueblo de los indios, que exista tan poca disposición para proteger la gran cantidad de petroglifos existentes en las rocas de sus cuerpos de agua y de preservar la cultura taína.

“Aquí (en Canóvanas) no se cuidan esos petroglifos. Muchos los han dañado con vandalismo. Yo, cuando encuentro uno que está escondido entre las matas, me aprendo el diseño y vuelvo a dejarlo tapado como estaba. El Gobierno debería tener más interés en nuestra historia”, lamenta.

Aunque Cacique ya ha vendido varias piezas y donado su trabajo a estudiantes de su comunidad con el propósito de interesarlos por la cultura taína, nunca ha participado de alguna feria artesanal. El canovanense espera que, luego de certificarse como artesano bona fide, pueda llevar su trabajo a un público más amplio.

viernes, 13 de julio de 2012
07:00 p.m. 
Maelo Vargas Saavedra / Para Primera Hora 

 

 


 

 

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